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Viviendas en El Nodo

1º Premio concurso  

En un lugar privilegiado, al final de un verde prado, en lo más alto de una colina y con la ría de Avilés en el horizonte, se levantan sobre un pedestal de hormigón dos pequeños objetos de acero que asisten, impávidos, al espectáculo que se abre ante sus ojos. Se han sentado a descansar, contemplan hasta donde la vista les alcanza y parece que ya no se moverán. Vestidos con un abrigo a medida que les envuelve la cabeza, el torso y la espalda, se protegen de la molesta lluvia y allí quedan inmóviles, viendo pasar el tiempo.

Como queda expresado en este párrafo, en el origen de este proyecto siempre ha estado presente la calidad del entorno y el deseo de tratar a los edificios como seres “casi” vivos que expresaran las sensaciones que nos producía este lugar, la llamada colina de “El Nodo”, una pequeña extensión del casco de Avilés hacia el norte.

La parcela se sitúa en un corte pronunciado del terreno e incluye dos bloques lineales que comparten un mismo zócalo, pero cada uno con distinto aprovechamiento. Esto nos parecía interesante, poder realizar dos piezas con un mismo lenguaje, casi iguales, pero diferentes.

Toda la idea del proyecto gira en torno a la reflexión sobre la envolvente, la piel, que se pliega y configura la personalidad del edificio. En una ciudad con un marcado carácter industrial, el material tenía que ser el acero, entendido como una tela que tensa firmemente el interior, pero que, poco a poco, se va rasgando en forma de huecos, miradores y chimeneas, para abrirse definitivamente al “lugar” en la parte superior produciendo grandes ventanales, ojos que se asoman a la ría y a los prados.

Planteamos un único acceso para los dos bloques situándolo en el espacio intermedio, con esa tensión que se crea al estar entre dos piezas muy próximas, y de manera que se pueda constituir como un lugar de encuentro entre vecinos. En este punto el nivel se eleva ligeramente respecto a la calle, y se configura una pequeña plaza semipública donde podemos asomarnos a mirar la ría o conversar en los bancos de los soportales cuando llueve.

El programa de vivienda se distribuye muy uniformemente en todas las plantas. Tratamos de agotar al máximo la edificabilidad en las plantas intermedias para conseguir una mayor libertad de espacios en la planta baja y en las más altas. Así, en la planta baja no se ocupa toda la huella del edificio sino que la plaza de acceso se prolonga bajo las viviendas conduciéndonos al portal de cada bloque que, a través de un gran hueco acristalado nos sigue proporcionando una referencia visual del paisaje. De la misma forma, en las dos plantas superiores, la presencia de los dúplex hace que se vaya disipando la colmatación de plantas inferiores. Es, en estos puntos más altos, donde la piel exterior pierde su opacidad y da lugar a la transformación del acero en vidrio.

Cada bloque cuenta con un núcleo de comunicaciones cuya presencia en la fachada se ha minimizado empleando la misma chapa del cerramiento exterior pero perforada. Durante el día su presencia pasa inadvertida. Por la noche, la luz interior asoma a través del acero y se convierte en protagonista del alzado.

El interior de las viviendas se resuelve mediante espacios sencillos y elementales, proporcionando a cada estancia huecos que van desde el suelo al techo y que permiten disfrutar de las vistas de la ría y el paisaje. En los salones, estos huecos rebasan la línea de la fachada para convertirse en miradores donde sentarse y contemplar. Una primera banda, situada en paralelo a los pasillos comunes de acceso, alberga las zonas húmedas y los huecos de distribución vertical de las instalaciones. En una segunda banda, más próxima a la fachada, se localizan salones y dormitorios. Es en la última planta, donde el espacio parece dilatarse, consiguiendo dobles alturas en los salones de los dúplex y donde más patente se hace la continuidad de fachada y cubierta y la apertura de la vivienda al paisaje.

Estructuralmente, el proyecto se ancla al terreno mediante un basamento de hormigón que contiene los trasteros y el aparcamiento, y que construye la plataforma de acceso. Sobre él se posa un ligero esqueleto metálico que resuelve la movilidad de la fachada. Se han optimizado los perfiles del perímetro integrándose en el propio cerramiento, proporcionando una mayor libertad en la distribución de las estancias interiores.

En cuanto a los materiales, hemos optado de nuevo por la sencillez. En las fachadas predomina la chapa de acero con un tratamiento adecuado para el ambiente marino y, en los laterales, un trasdosado autoportante de placas Aquapanel para exteriores. La urbanización se resuelve principalmente con hormigón lavado dejando como elemento de perímetro una valla realizada con una doble malla de simple torsión, cogida a unos báculos de chapa plegada galvanizada.

Después de todo el proceso, vemos que realmente lo que nos ha guiado es un afán por facilitar situaciones que puedan ser aprovechadas por los usuarios: un espacio de acceso con bancos para conversar, viviendas con grandes huecos que permiten leer cómodamente, miradores donde sentarse y ver el paisaje, una estructura que no determina los espacios, un cerramiento que lo envuelve todo y da personalidad al edificio… Detalles que creemos hacen más amable la arquitectura.

Obra construida
fase

Avilés. Asturias
situación

SOGEPSA. Principado de Asturias
cliente

2.737 m2
superficie

2.233.087 euros
presupuesto

2004
fecha de proyecto

2007
fecha fin de obra

Roberto Montero de la Losa
consultor instalaciones

Jofemar S.L. José Luis Gutiérrez
consultor estructuras

SOLIUS S.L.
empresa constructora

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