Partiendo de la ubicación del solar en la trama urbana y de la relación con las parcelas vecinas, se opta por el diseño de una edificación en L que se adosa en uno de sus extremos al edificio medianero. Se completa así la manzana a nivel urbano, reforzando la morfología de las calles circundantes y de la plaza/parque al otro lado de la calle Florín.
La intervención se divide en altura en dos partes fundamentales; un basamento compuesto por dos niveles de sótano y un cuerpo superior que alberga las viviendas. Entre ambos, aparecen unos soportales que resuelven el acceso a los portales. La edificación se escalona acompañando la pendiente de las calles circundantes, evitando así grandes cambios de cota entre interior y exterior de parcela.
A pesar del escalonamiento, el peto de cubierta recorre el edificio de manera continua, con lo que se consigue dar unidad formal, dinamismo y fluidez al bloque y de paso ocultar mejor las máquinas, paneles y casetones que ocuparán la cubierta.